Flores y secretos
por Jorge Garnica
Violeta pinta flores depositadas en baldosas, contraposición de lo emblemático de la belleza y el amor sobre vestigios de pisos antiguos, que podríamos imaginar hogareños. Las cerámicas de diseño decimonónico no desentonan con el espíritu de estas flores, que aunque arrancadas de sus tallos y arrojadas al piso, nos recuerdan la vida; no encierran violencia, sólo están allí como a la espera de ser recogidas. Una invitación metafórica para que extendamos nuestra mano.
Muchas veces las flores constituyen la principal apropiación de los poetas y pintores, una manera de establecer vínculo con el espíritu romántico que guardan en lo profundo de su corazón.
En oportunidades los íconos florales constituyen un estereotipo de lo bello, que tomado por las manifestaciones estéticas populares enriquecen el imaginario social, desplegándose en ropajes y artesanías con destino de seducción..
Pintar lejos de la tierra que nos vio nacer, es un ejercicio que requiere fortaleza y Violeta lo hace con feliz resultado en una sociedad distinta, hipertecnologizada, y que encierra un espíritu tan opuesto como atractivo para un alma latina. Lo vivido como extraño es a la vez seductor para quienes indagan en los límites de lo desconocido; tarea de todo artista.
Sus obras son de aparente nostalgia e invitan a sumergirse en ellas reclamando atención y cuidado. Sensibles e intelectuales, están hechas para ser abordadas desde una única
región: la que alberga la inteligencia emocional.
Su oficio es inusual para estos tiempos. La sensualidad de las pinceladas están disimuladas en un gesto secreto y dan paso al relato visual privilegiando la intencionalidad por sobre los recursos tradicionales del pintor. Su arte va de la mano de registros mínimos e íntimos, que al desplegarse como signo pictórico acotan lo incómodo que resulta la vida ordinaria, poniéndole límites a la vulgaridad a favor de lo bello, sosegando el alma.
Dándole cause a la imaginación, al observar estas pinturas, podríamos sentir olores , ver la plenitud de la vida caribeña, sospechar historias familiares, ser testigos de intimidades a la hora de la siesta; así como encontrar rastros de posibles tragedias ripsteinianas. Todo ello en estas pequeñas obras de delicada carnalidad y factura meticulosa .
En Buenos Aires, Junio de 2004