Meditaciones sobre la crueldad
“… en ese cuarto no pienso entrar.”
André Bretón
Sin duda, al dibujar dejando nuestro pulso librado al azar, nuestro cuerpo se
torna transmisor de vibraciones inconscientes; sin embargo obtener libertad
profunda no es tarea sencilla, para ello se debe acceder a un estado de
ataraxia. De todas maneras el esfuerzo por obtener ese estado ideal será vano
sin el conocimiento de mecanismos adecuados. Somos occidentales y culturalmente
no estamos preparados para ello. En los artistas este estado se da con
frecuencia.
Armando Sapia presenta en la Galería Atica, dibujos de pequeño formato; son
apuntes de sus cavilaciones. En un autotexto el artista nos hace conocer sobre
la manera que se aproxima a la hoja en blanco: “ Ese es el instante que el
tiempo se sosiega…”, escribe. Las obras que se exhiben están dispuestas de
manera desordenada, algunas sobre marcos convencionales y otras en pequeños
portarretratos ensamblados caprichosamente tal como se los pueden encontrar
sobre una lápida. Pero no vemos allí grafismos virtuosos ni rostros familiares,
lo que podemos observar es la crueldad humana desplegada en viñetas. Somos
arrojados al mundo sin solicitarlo y él nos recibe con crueldad, malestar que
nos acompañará toda la vida. Habitaremos un receptáculo transitorio, que
fácilmente podríamos describir y que sólo nos deparará la sorpresa de obstáculos
pensables de un umbral a otro, exigiéndonos pensar en cada paso. Como postales
desde el infierno estos trabajos mínimos remiten a las cárceles de Guantánamo,
Abu Ghraib o cualquier otra; a los abusos de poder; y a todas las calamidades
imaginables en estos días, que no son distintas a las que, a lo largo de la
historia de la humanidad, nos acompañan. Compañeras de nuestra existencia;
lamentablemente, día a día, se nos vuelven más familiares y así, como el
desclasado en sus reclamos se nos torna molesto con su presencia, también el
perseguido y humillado comienza a desdibujarse a nuestro alrededor. Miramos
hacia otro lado. Las desigualdades sociales son atendidas en letra demagógica en
los discursos políticos y exhibidas obscenamente en cartelones de corte
publicitario en los encuentros internacionales de arte. Los sofistas golpean con
palabras e imágenes grandilocuentes a los turistas de la cultura. Artistas,
productores y políticos ponen en práctica un nomadismo hedonista; contactos
efímeros entre culturas que nada tiene en común y que difícilmente se puedan
comprender sin la debida información previa.
Bien sabido es que el arte contemporáneo es para conocedores y que por el propio
desarrollo de esta estética, confiere a los objetos circulantes hermetismo
semiológico. Perversión intelectual, una vez más crueldad. Trasladarse por el
mundo para observar montañas de hueso en descomposición, aves de corral y
rapaces enclaustradas, salas cubiertas de basura, bellísimas fotos de mujeres
violadas, niños mendicantes, cibacrhomes, gigantografías de magullones en primer
plano de neoyorquinos marginales, enorme esculturas orientalistas de magnitud
descabellada, construidas por equipos técnicos contratados por millonarios
aburridos o artefactos utilitarios oxidados venerados por inútiles.
Sapia no habla del arte internacional, expone registros de atrocidades
universales, porque es esta especie la que puede desarrollar crueldad, concepto
que nos es afín a todos así como el amor; no documentado en esta muestra. Lo
único que demuestra lo que hoy vivimos es que esto es un texto conocido, un
libro fantástico encuadernado con piel humana.
Los animales en su perfección sólo operan por instinto y esto no constituye
cultura, sino supervivencia. Vale preguntarse por qué un hombre somete a otro,
por qué lo despedaza o lo parrilla en nombre de Otro que se impone cómo verdad.
A pesar de todo la salida está en nosotros mismos, en la paradoja que revela la
singularidad, la búsqueda de uno mismo en la contemplación del espacio que
habitamos aún cuando nos horrorice; se debe entender en profundidad el momento
en que se vive y deberíamos actuar con el antiguo sentido común, aquel que
transformado en proceso meditativo le confiere a todos ser la posibilidad de
habitar un espacio Etico. Todo artista debe ser responsable de lo que produce y
entender que la visibilidad que posee se la confiere un entorno que lo distingue
sin que ello lo dote de un ejercicio de la vanidad. Existen muchas maneras de
decir y expresar –infinitas-; y todas nos pueden otorgar libertad. Los objeto
que producimos no necesitan ser documentos complejos, ni alegatos violentos, una
simple hoja de block que testimonia la intimidad de un meditación puede ser un
espacio luminoso que nos irradie por un instante la felicidad de comprender;
aunque sea la constancia de un error. Siempre es mejor comprender que juzgar.
Los juicios son posteriores, llegan siempre tarde. Celebremos la posibilidad de
pensar lo verdadero que como la felicidad es ambiguo y transitorio.
La hoja como espacio habitable ; “en ese cuarto no pienso entrar nunca!”. Parado
en el umbral