ALVERVERÁS

Universalizar el color local

por Jorge Garnica

El neologismo elegido por Eduardo Hoffmann (n. 1957) para su nueva muestra de pinturas en la Galería Isabel De Anchorena define el significado general de la exhibición. Pinturas enérgicas que reflejan la personalidad del artista dan a conocer sus juegos, desplazamientos y elecciones en el espacio pictórico y los recursos estilísticos que últimamente privilegia, a los que ya se le conocía anteriormente. Hay un distanciamiento de sus trabajos anteriores sobre objetos volumétricos a favor de la bidimensionalidad.

Obras sostenidas básicamente por tensiones plásticas de carácter azaroso en algunos casos, otras de extremo control y dominio sobre el color aplicado por medio de transparencias y veladuras puestas tradicionalmente (pincel) y otras en base a elementos industriales improvisados para lograr efectos visuales (planchas perforadas, chablones, stencils, etc.) conforman el conjunto exhibido. 

Estas maneras de abordar el manejo del color nos recuerda al conocido pintor Sigmar Polke, figura destacada del movimiento neoexpresionista alemán que durante los años ´80 domino los escenarios internacionales (eje Colonia-Nueva York). Es en la misma época que Eduardo Hoffmann comienza destacarse en nuestra escena local junto con artistas que recibían las influencias de la Transvanguardia, movimiento liderado por el teórico Aquille Bonito Oliva y difundido en estas latitudes por el teórico Carlos Espartaco (iniciador de la Anavanguardia, epígono del grupo italiano, que no logró trascender. 

En esos años de posguerra de Malvinas y advenimiento democrático Eduardo Hoffmann comienza a destacarse en la escena local con pinturas de grandes dimensiones e instalaciones monumentales que por aquel tiempo propiciaba el crítico Jorge Glusberg. Su manejo plástico es de un oficio profundo ya que desde sus inicios, cuando incursionaba en una suerte de surrealismo magritteano, fue respetuoso del arte de pintar. Hoy ese saber le proporciona un ejercicio de tratamiento que le permite sintetizar en gestos pictóricos sensaciones personales y juegos de su mente, enigmáticos como en todo aquello que tiene antecedentes surrealistas.

Es en estos procedimientos y gustos anteriores que el artista tiene su registro sensible; su anclaje. Ahora, en esta nueva serie, sus cuadros parecen distanciarse de su autor, para ingresar a una zona de universalismo, por fuera de los juegos del lenguaje. Un mérito que sólo se alcanza en grados extremos de espiritualidad.

Alververás es más que el título de una exposición, o un nexo literario para abordarla, es Su Exposición, que acontece a partir de ese imperativo amable que llega a través de una palabra inventada y que, en tanto palabra inédita, asume como figura retórica la forma de invitación para que transitemos una región que antes no tenía antecedente en nuestro conocimiento y ahora el artista nos la presenta, la comparte: ¿nosotredad?.

La muestra en la Galería de Isabel Anchorena exigirá de observadores y no de espectadores para acercarse al contenido de estas telas, habrá que contemplar con rigor, quizás demande estar atentos a los giros estéticos del último siglo ya que los vaivenes que propone Eduardo Hoffmann se muestran sabios de los avatares de la pintura contemporánea y de las corrientes conceptuales dominantes, así podemos encontrar filiaciones estéticas que lo vinculan con artistas como Gerhard Richter y Joseph Beuys o ejercicios orientalistas, visibles en sus operaciones estética. El artista parece tener su propio canon y se sitúa en medio de el para organizar su mundo, como todo ser que se construye así mismo, inventor de su propio espacio. Todo esto lo define como un pintor ecléctico, significante, original en su diversidad.  


2005