Chapter
Mis flores son diagramas que llevan un doble registro; uno, el claro, referido a
lo que enuncian en su darse a conocer. Diseños apócrifos que guardan el código
de mi propia vida, reducidos al simple esbozo de una flor fantástica, americana
y pueblerina. La intención de expresar belleza queda reducida a la mínima
expresión.
Lo bello como recuerdo de una tarde del 2 de noviembre de 1962, dónde el nombre de mi padre cobró sentido en un único e íntimo ritual frente a un altar improvisado. Mi abuela intentaba hacerme repetir las palabras de una oración junto a una vieja mesa de luz repleta de estampitas y fotos de familiares ausentes, ninguno de ellos era mi padre; nunca permitió que le tomaran fotos por ser ciego. Sólo la presencia de unas flores, que yo había comprado con el dinero obtenido cuidando autos frente al cementerio el día de los muertos, representaban la presencia del ausente más importante para mí en esa conmemoración. Desde entonces, siempre que pinto o dibujo aparecen flores, descarnadas, simbólicas, secretas en su nombre.
Un año después un juez de menores sentenciaría mi identidad legal (hasta ese momento yo no había sido ni reconocido ni asentado en un registro civil). Se cerraría así, un capitulo de mi vida con una partida de nacimiento: Jorge Mario Garnica sería mí nombre desde aquel día, quedando atrás las cuatro letras que hasta entonces habían servido para ubicarme por las calles de Quilmes.
Recuerdo aquel manojo de flores anónimas, innombrables
como la primera y exclusiva vez que establecí una relación real con mi padre, de
quien jamás tuve una foto ni su mirada. El segundo registro de mis flores está
dado por lo que subyace detrás de cada observador, tan amplio y frágil como la
palabra "todo". Opacidad necesaria para que el arte siga teniendo sentido, lejos
de los rigores de la verdad ordinaria.
Jorge Garnica, octubre de 2003.